Cuando estamos hablando de protocolo diplomático hablamos de aquél que funciona y gobierna las relaciones que se producen entre Estados Soberanos, entre sus altos dignatarios y sus representantes en el exterior. Es en el ceremonial diplomático donde, clásico e históricamente, esta clase de protocolo encontró su verídica razón de ser.

Los orígenes de las relaciones diplomáticas son tan antiguos como la crónica de las propias sociedades humanas. A medida que estas se fueron configurando como entidades políticas autónomas, surgió la necesidad de tener relaciones y estar comunicado con aquellas que les circundaban. Evidentemente, la diplomacia de hoy muestra sustanciales diferencias de aquellas «prácticas diplomáticas» sustentadas por las comunidades primitivas. Sin embargo, hoy, como ayer, las relaciones diplomáticas forman, junto con la guerra, el comercio y la comunicación, el sustrato fundamental de una sociedad en todo el mundo cuyo entramado de relaciones y actores ha experimentado una recurrente y creciente dificultad durante la historia.